El enfrentamiento a la esquizofrenia es la mera conciencia de un hecho y la toma de actitudes sanas.
Esta conciencia gradualmente llega a formarse cuando existe un círculo de miembros que se apoyan y que están informados. Los miembros lo saben y otros lo logran tras décadas de experiencia personal, cuanto trabajo tienen que hacer los parientes cercanos.
Después de realizar ésta labor sobre nuestras propias actitudes, aprendemos que existe una opción de respuesta al lamentable pero ineludible hecho de los Enfermos Mentales que nos rodean.
Mucha gente se ve involucrada cuando una persona sufre de un desorden psiquiátrico - nadie mejor que aquellos que lo aman y es el hecho de hacerle frente, lo que afecta directamente al éxito o fracaso de cualquier tratamiento - es nuestra actitud lo que refuerza el desorden o minimiza la disfunción.
Ya sea que la enfermedad provenga de una naturaleza crónica o intermitente ( más que de un episodio crítico ) como sucede en las dos terceras partes de los casos diagnosticados, las estrategias de enfrentar la situación se tornan más difíciles de lograr, aunque vitales para el equilibrio y a menudo muy transcendente para la familia involucrada. Nuestra supervivencia es con mucho un ejercicio en sortear desilusiones constantes sin nunca dejar de esperar una eventual recuperación.
La esencia de nuestro mensaje a los familiares es este:
-Usted no cometió mayores errores que los que tuvo cualquier familia cuidadosa promedio. Usted no causó el desorden. Usted no puede ser el único medio de recuperación, pero necesita aceptar que toda la salud mental de la familia se verá afectada inevitablemente en forma negativa por el hecho de ser recurrente. El nivel de ansiedad de todos sus miembros se elevará. La experiencia sugiere que una separación compasiva ayuda a todos los involucrados.
Por nuestra propia estabilidad emocional así como la de “los otros involucrados”, es necesario que se cree el mejor clima posible para una recuperación potencial, ya que muy a menudo la familia completa se inclina hacia la disfunción en un intento de acomodarse en esa normalidad, por ejemplo: “Es mejor que cancelemos esa cena, es mejor que no continúe con ese curso o con esa afición, etc. porque no sabemos cómo él o ella se va a poner”. El que estemos disponibles indefinidamente no es garantía contra alguna crisis o recaída. Muy a menudo las madres o esposas reaccionan en particular - después del choque y de negarse a admitir el diagnóstico - de una manera subconsciente tratando de ser una “Super poderosa”.
No solamente esto es un esfuerzo colosal, también exacerba la dependencia enfermiza del paciente.
Tampoco es solo el que la familia soporte la pena de ver al joven antes vigoroso y prometedor, ahora retraído, deteriorado, sin esperanzas y a veces atentando con éxito contra su vida. Es necesario aceptar que muchas expectativas de vida “normal” en un trabajo o carrera, con una relación estable de pareja - matrimonio, niños - se tiene que renunciar a ello. Frecuentemente la persona que antes era, se pierde
irremediablemente y nos sentimos desolados.
Existe también una lucha basada en el hecho de la aceptación social, en donde hay un desorden. “Dile que recoja sus calcetines”. “Deja de mimarla” “Que pena que ya no haya reclutamiento”. Nos son tan familiares semejantes consejos, cuando llevamos de hecho años explorando en cada posible significado el lanzamiento de nuestro vástago ya crecido hacia la vida independiente. Una y otra vez este joven trata, pero sin éxito y termina en un hospital o simplemente en el quicio de la puerta con otro fracaso reflejado en los ojos, o se recibe un llamado telefónico en casa, de algún lugar distante unos dos suburbios adelante, o aún más lejos , solicitando ayuda y a menudo en medio de una confusión desesperada.
Las casas que sirven de refugio y las hosterías o posadas son la respuesta para algunos , pero no para todos. De hecho los arreglos para que ellos vivan ahí, no es posible por el constante cambio de actitud. Los afectados tratan de vivir independientes, pero a menudo son gobernados por seres que no tienen escrúpulos , los cuales toman rápidamente ventaja del pobre sentido del dinero que los enfermos tienen y de su fluctuante contacto con la realidad. Con frecuencia regalan sus escasas pertenencias en un impulso. Sus atolondrados compañeros a menudo tienen más problemas aún que ellos mismos, la distorsión refuerza la distorsión. Se regresa a la casa o recaen en el hospital. Un año en un solo lugar es todo un logro.
Aprendemos a “bajar nuestras vistas “ y a aceptar que “no podemos ganar”. Si preguntamos cómo les está yendo, nos
hace parecer como intrusos; si no preguntamos, nos vemos como apáticos. La hostilidad, suspicacia y el abuso verbal son salidas comunes para su dolor interno.
Los problemas de desacuerdo marital y rompimiento son muy reales donde una cantidad desproporcionada se centra en el “paciente”, las solicitudes de esposas y hermanos demandando interés y carácter son igualmente tan válidas como las de nuestras propias necesidades. Los papás se quedan callados cuando los compañeros de trabajo alardean de las hazañas de sus hijos . Se mortifican cuando se les pregunta lo que su hijo o hija está “haciendo estos días”. ¿Cómo explicar que él está acostado en la cama, en su propio interno o que él mismo cree ser Jesucristo? La mayoría de esposos y padres solo sangran por dentro y murmuran algo así como “Postración”. La sociedad todavía no puede asimilar la aflicción masculina y de hecho cambian el tema. Les resulta difícil a los hombres el amar incondicionalmente. Difícil es para todos nosotros vivir constantemente con lo impredecible.
La experiencia y los errores nos enseñan gradualmente lo que constituye la tolerancia hacia la participación que tenemos en el ámbito social aunque esta sea mínima y lo que es contraproducente, la presión inadecuada de hallar expectativas poco realistas - la presión que frecuentemente induce a una recaída y su readmisión en el hospital. Cuando el sujeto realiza estudios , aunque sean por unas cuantas horas o algún otro tipo de actividad que se considere generalmente “normal”, entonces se ha recuperado, lo disfrutamos mientras dura. Aprendemos a considerar y apreciar sus fuerzas únicas, en lugar de anular las metas que se hallan detrás.
Cuatro reglas deben imperar en casa para un buen manejo de la situación y también en la comunidad se ha comprobado su eficacia :
1 Suficiente privacidad.
2 Un paso más lento.
3 Una estimulación sensorial mínima.
4 Una aceptación filosófica, calidad de su estilo de vida,
a menudo poco usual (con su reloj biológico trastornado,
con una apariencia no acorde con las circunstancias, etc)
La soledad es una dolorosa realidad para muchos. Afortunadamente existe un lazo estrecho entre varios ex pacientes a quienes buscan en épocas de crisis, o algunos pocos hogares donde los aceptan, centros de visitas y casas a “medio camino” (donde les permiten permanecer), se vuelven el paradero para aquellos con desórdenes psiquiátricos con mínima expectativa de vida social.
Todos nosotros podemos ser manipuladores y los perturbados psiquiátricamente son particularmente hábiles en este juego. Se ha dicho que los alcohólicos no tienen parientes sino rehenes! Lo mismo nos puede suceder si lo permitimos.
Aprendiendo a no permitir que nuestros instintos protectores sean usados como armas en un complot contraproductivo, resulta particularmente difícil pero vital. Un esposo o esposa con un cónyuge emocionalmente alterado debe echarse a cuestas la total responsabilidad de la familia con niños o adolescentes socialmente desconcertados en un sentido de
“padre soltero”. La situación que presenta el cónyuge del perturbado se muestra con estas palabras “es como si tuviera un niño eternamente irresponsable y que tiene solo parcialmente o del todo que asumir el papel de la “figura paterna”. A menudo contrae deudas que posiblemente no puede pagar o durante semanas se compromete en áreas de negocios en las cuales carece de habilidad o experiencia. Para que enseguida tenga el cónyuge que conseguir del psiquiatra una carta donde haga constar que su pareja padece de falta de juicio . Nuestras organizaciones familiares proporcionan apoyo en tanto enfrentamos nuestra pena, nos incrementan nuestras propias reservas, nos enseñan a fijarnos en todo lo que nos gratifica, alimentan nuestro sentido del humor, llegamos a estar cada vez más informados y alcanzamos felizmente un sentido de la perspectiva considerando las realidades que son imposibles de cambiar perceptiblemente. Compartimos el fruto de nuestros errores y marchamos con una sensibilidad , honestidad y sentido común, “llevamos en brazos” a cada uno de ellos cuando se presenta la crisis regocijándonos cuando se vislumbra una nueva luz al final del túnel.
Albert Camus, el filósofo francés escribió “El hábito de la desesperanza es peor que la desesperanza misma “.
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