viernes, 23 de noviembre de 2012

EL MILAGRO COMIENZA EN LA MENTE



El estudio de los sentimientos y las emociones se ha extendido en la última época mediante el modelo de la Inteligencia Emocional (IE).
Con la denominación de IE se pretende significar todo un conjunto de habilidades de procedencia psíquica que influyen en nuestra conducta. El avance en la investigación de las funciones del cerebro y de sus respectivas conexiones neuronales, ha permitido un mejor conocimiento de su interacción con las diferentes estructuras y áreas cerebrales que gobiernan nuestros estados de ánimo: iras, temores, pasiones, alegrías, etc. favoreciendo el desarrollo de la IE.
El CI no es el único factor que indica la capacidad del sujeto humano, ya que existen toda una serie de habilidades que se pueden aprender, basadas en los sentimientos y las emociones: el autocontrol, el entusiasmo, la automotivación, la empatía, etc.
Se trata de explicar como pueden ser controladas emocionalmente muchas de nuestras actividades, y porqué en ocasiones podemos ser tan racionales y en otras tan irracionales.
El objetivo es dotar de inteligencia a la vida emocional, adquiriendo hábitos emocionales para saber dominar los impulsos negativos, comprender los sentimientos de los semejantes y manejar de forma amable nuestras relaciones. La IE considera que los impulsos son la energía de nuestras emociones que intentan expresarse en la acción. Quienes están a merced de sus impulsos y no saben controlarlos muestran una débil voluntad, y viven interiormente perturbados. La IE parte del supuesto de que la herencia genética nos ha dotado de unas sensaciones emocionales que determinan en parte nuestro temperamento. No obstante, las funciones cerebrales relacionadas con la actividad emocional, son tan flexibles y adaptables que permiten superar los defectos de nuestra voluntad y mejorar nuestro carácter.
Nuestras emociones se integran en el sistema nervioso en forma de tendencias automáticas. Es así, que nuestras decisiones y nuestras acciones dependen tanto de nuestros sentimientos como de nuestros pensamientos. Nuestras reacciones ante determinadas situaciones, no son sólo fruto de un juicio racional, sino también de emociones en forma de impulsos de acción automática.
Een muchas ocasiones de la vida necesitamos la ayuda de alguien que nos facilite la salida de situaciones emocionales traumáticas, y nos ayude a poder utilizar en forma racional las posibles reacciones emocionales negativas: NO PIERDAS LA OPORTUNIDAD PARA VIVIR EN PAZ, CON ARMONÍA, SALUD Y ABUNDANCIA. Si estas pasando por una crisis personal, un conflicto afectivo, un problema en tu situación económica, un desequilibrio fisico o emocional al que no le encuentras explicación. Sientes que estas siendo victima de energías negativas, te sientes alterado por la contaminación ambiental, si tu cuerpo está contracturado, si te olvidas habitualmente de las cosas, si tienes falta de apetito, si has perdido últimamente la capacidad de concentración, la gastritis o las conductas adictivas te torturan, los dolores de cabeza acuden a ti diariamente, el distres o la depresión te están alcanzando,la culpa, la verguenza o el miedo no te permiten avanzar NO TE ENCIERRES EN TU RINCON Y SIGAS ESPERANDO.
Síntesis del temario:
 - Conocimientos y Evolución de la Unidad Cerebro Mente (Gráficos Exclusivos)
- Últimas Investigaciones y Técnicas que te Asombrarán
- Conocimientos sobre la Conexión psicofisiológica, para ayudarnos a evitar Las Somatizaiones
- Como Metabolizar Las Toxinas Emocionales y Evitar Los Bloqueos que Alteran nuestro Físico, nuestra Mente y nuestra Energía.
- Técnicas de Altísima Efectividad para Lograr el Equilibrio Emocional, Superar La Ansiedad, el Stress y varias desarmonías más.
- Balanceo y Equilibrio de los Hemisferios Cerebrales.
- Reprocesamiento Mental mediante Técnica Especial para solucionar Problemas y Concretar Proyectos
- Los Pensamientos, Las Moléculas de Agua y su Importancia en Nuestra Salud
- Como Activar el Centro de La Felicidad para: elevar nuestra inmunidad, superar fobias, pánico, depresiones y desarmonías de diferente índole etc.
- Como activar el potencial ilimitado y fomentar las coincidencias, para que todo lo que consideramos imposible pueda transformarse en una realidad concreta y cotidiana.

Prof. Guillermo Guccione
Centro Superior de Disciplinas Complementarias
"Ciencia De La Armonia"


martes, 13 de noviembre de 2012

LOS OBJETIVOS QUE SE PROPONEN APEF Y ACAPEF

Reproducimos  partes del Boletín Nº 14 de julio 2002  de
APEF  por   considerarlo de interés.

Presidenta Diana Trumper  T.E.: 0800 888 3041

Las Asociaciones de Familiares  tiene como misión trabajar con las familias para mejorar la calidad de vida  de sus seres queridos enfermos.
La psicodecucación o educación familiar propone la cultura del cambio.
Cultura es un sistema de conocimientos, hábitos, modos de obrar, de sentir, de expresarse, de normas y valores vigentes en la sociedad, trasmisibles socialmente, que ofrecen un fundamento común para la conducta de las personas, que ayudan al hombre a afrontar y resolver sus problemas vitales.

Proponemos como cultura familiar la
“emoción expresada baja” (E.E.).
Cambio es un proceso permanente, individual o grupal, planificado, comunicado, reconocido, y es importante aceptar la dificultad como parte del proceso de aprendizaje

No existe experiencia alguna que bien entendida y bien afrontada no te deje más sabio y mejor.  Piensa  en la vida como una escuela, y en todas las experiencias como tus maestros. 
                                          
Psicoeducación o educación familiar:
De que se trata?
Por Dale Johnson (Presidente de la W.F.S.A.D.)

                    “Cuando mi hijo se enfermo de esquizofrenia hace 28 años, había pocas opciones.  A pesar de ser psicólogo clínico con muchos años de trabajo con gente que padece enfermedad mental, y de ser mi esposa médica socióloga, los dos estábamos en las tinieblas.  No sabíamos como cuidar a un enfermo mental las veinticuatro horas del día, todos los días.     
Cuando las personas descubren que un miembro de la familia padece una enfermedad mental grave entran en estado de shock.  No están preparados.  Están perplejos y asustados por los comportamientos extraños, preocupados por lo que va a ocurrir, horrorizados por el trastorno causado en lo que parecía un desarrollo normal, y desorientado en cuanto a qué hacer.  La experiencia es la misma para
las familias en todo el mundo.  La carga de la enfermedad es enorme.

Casi siempre se lleva al familiar a consultar con médicos expertos y generalmente se lo interna.  Se le hacen estudios, a veces se entrevista a los familiares, se receta medicación y tal vez se recomienden otros tratamientos.  Pasados unos días, y a veces después de un plazo mayor, se le da de alta y regresa a su hogar.  Generalmente a la familia no se le dice nada.  No se la instruye sobre la medicación,  ni de cómo hacerse cargo de las conductas extrañas, de como lidiar con una persona que insiste en que no está enferma y de que la culpa es de los familiares.
O sea, que el equipo profesional ha ignorado a la familia hasta el momento del regreso al hogar y luego asume que la familia sabrá lo que tiene que hacer.

En la actualidad los médicos son más cautelosos en culpar a las familias por causar la enfermedad, pero todavía no han aprendido como ayudarlas.  Hay excepciones, sin duda, pero estas tendrían que ser  la norma, no la excepción.

¿Que quieren las familias? Muchas encuestas han demostrado lo mismo.  Quieren información sobre la enfermedad mental para poder hacerle frente mejor.
Quieren saber específicamente sobre la medicación, tratamientos, ayuda social y económica  Quieren saber como obtener el mejor tratamiento posible y también qué pueden hacer para ayudar sin interferir con el tratamiento.

Ahora la situación es diferente, ha cambiado.  Hay muchas maneras de ayudar a las familias.
 
 Hoy la psicoeducación o educación familiar que realizan los grupos de familiares, ayuda, beneficia y nos permite mejorar la calidad de vida.

Enfrentar la posibilidad de que su hijo pueda padecer esquizofrenia es sin duda desgarradora.  La mejor forma de ayudarlo y hacer frente a la enfermedad, es tener al conocimiento y a la esperanza  como sus menores aliados


Grupo  de  Auto-ayuda


1.  El concepto significa grupo de personas que se necesitan entre sí  para lograr un resultado.  Personas  que se embarcan juntas en una tarea.
        En los grupos de autoayuda autogestivos se realiza la tarea de educación familiar.

2.  El trabajo en grupo es un modo de gestión y puede convertirse en una herramienta excelente.
            El grupo tiene la condición de ser el lugar mas directo para la comunicación entre los familiares.
             Grupo es un concepto restringido de personas, ligadas por constantes de tiempo y espacio, articulada por una mutua representación interna, que se proponen una tarea que constituye su objetivo o finalidad, que se realiza a partir de la interacción, y ésta constituye un proceso complejo de asunción y adjudicación de roles.

3.  Es tarea de todos consensuar, cooperar, compartir, informar, afrontar, persuadir, estimular, reconocer, acompañar y respetar.
         Los integrantes son diferentes como personas y semejantes en la problemática que los une.

4.  Los grupos son continentes y contenedores de la angustia individual.
        Porque estimulan formas de enfrentar dificultades.

5.  El consenso fortalece la sensación de pertenencia y favorece la pertinencia porque se aprende en la riqueza de la diversidad de opiniones y de experiencia.
     
       5’  El grupo permite aprender lo que luego aplicamos a la práctica diaria.
 Los temas de discusión en el grupo son:

* La enfermedad       
* La discriminación          
* El diagnostico
* Los sentimientos     
* La medicación      
* La aceptación
* La compensación                          
 * ¿Que se puede hacer?   
 * Las expectativas
* El estigma        
* Que no se debe hacer    
* La recaídas
* Las amistades 
* Los problemas legales  
* La red de apoyo
* La rehabilitación            
* Síntomas            
 * Posibles logros
 * Problemas familiares, culturales y sociales.



LOS  HERMANOS  Y  LOS HIJOS  DE  LAS
PERSONAS  CON  ENFERMEDAD  MENTAL

Si usted encuentra difícil la convivencia con su hermano o padre enfermo recuerde que no esta solo. Tener un hermano o ser hijo de un enfermo mental es un hecho trágico que cambia la vida de manera fundamental.  La experiencia de conductas extrañas e impredecibles en un ser querido es devastadora y trae ansiedad el luchar con las complicaciones de la enfermedad y las preocupaciones respecto al
futuro.  Aunque al principio parezca imposible, la mayoría, con el tiempo, adquiere el conocimiento y las habilidades para enfrentar con eficacia la enfermedad.
Se descubren fortaleza que no se creía poseer y se logra enfrentar situaciones que nunca se anticiparon.
Un buen comienzo para aprender es hablar con otras familias que padecen el problema.  Hay algunos consejos para recordar que ayudan a vivir mejor en la enfermedad mental en la familia:
 1.  No podemos curar el desorden mental de un padre o hermano.
 2.  Nadie tiene la culpa
 3.  Si usted siente un rencor extremo, es natural, ya que esta enfermedad afecta mucho.

 4.  Es tan difícil aceptar el desorden mental para quien lo padece, como lo es para los integrantes de la familia.
 5.  Un delirio o una alucinación no se modifican con el razonamiento.
 6.  La enfermedad mental de un familiar no es algo de qué avergonzarse. Encontrará estigmas y prejuicios en los que lo rodean y esto es producto del temor.


7.  Reconozca el coraje del enfermo para lidiar con su enfermedad.
8.  En general los hermanos más cercanos en edad y género tienen más involucración emocional, y los más lejanos se vuelven extraños.
9.  El dolor de los hermanos es por el hermano que tenían y perdieron.  Y los hijos, es por el padre que no tuvieron.
10.  Después de la negación, la tristeza y la bronca, viene la aceptación y la comprensión la cual permite la compasión.
11.  La sintomatología puede cambiar con el tiempo, pero la esquizofrenia se mantiene.
12. Usted debe pedir el diagnóstico y su explicación a los profesionales, y tiene el derecho de asegurarse la mejor atención.
13.      La conducta extraña es sólo un síntoma de la enfermedad, no lo considere como algo personal, contra Ud..
14.      No tema preguntarle si está pensando en hacerse daño, el suicidio es una  realidad.
15.   No se adjudique toda la responsabilidad por su ser querido enfermo, trate de compartirla con otro.
16.   Usted no es un profesional, su rol es el de hermano o hijo.
17.   Las necesidades de la persona enferma no siempre están primero.  si usted no se puede cuidar a si mismo, no puede cuidar a otro.

18.      Es importante  poner límites claros. El hecho de que la persona tenga capacidades limitadas, no significa que no tenga que esperar nada de él.
  19.   Es natural y normal experimentar un caudal de emociones, como pena , dolor, culpa, miedo, bronca, tristeza y confusión, y usted y no la persona enferma, es la responsable de sus sentimientos.

19.      Usted no está solo, compartir pensamientos y sentimientos en un grupo de  autoayuda es muy beneficioso y enriquecedor.

TRATAMIENTO  Y ACOMPAÑAMIENTO  FAMILIAR
              
   El acompañamiento familiar en el tratamiento aporta beneficios y requiere de un esfuerzo organizativo familiar de acomodaciones y ajustes cotidianos.

    Las familias reciben propuestas de la Psicoeducación y las aceptan porque comprenden que la persona con esquizofrenia necesita de su grupo familiar para recuperarse.  Se sienten  partícipes  en el tratamiento ya que son las familias las que tienen la tarea del cuidado, contención, seguridad y confianza, alimentación, sueño y vigilancia del tratamiento.   
Es una experiencia de aprendizaje que ayuda a las familias a sentirse mejor al comprender el padecimiento y al estar en contacto con otras familias que tienen los mismos problemas.

Logran mayor tranquilidad en el hogar y se aseguran de que los enfermos reciban los cuidados que necesitan.

La educación familiar apunta a que las personas con esquizofrenia tengan una vida lo menos traumática posible.  La familia como socia en el tratamiento, asume el rol complementario que hace posible la

compensación y rehabilitación.
Aprender a cuidarlos desde la Psicoeducación en el hogar ayuda y evita que la familia se aleje, lo aísle, lo abandone, lo deposite  y  agrave su condición.  La tarea de la Psicoeducación es aprender a convivir.
Las personas con esquizofrenia tienen en su familia el referente conocido que puede ayudar a prevenir episodios de agresión, excitación, recaídas, a partir de un desempeño en la convivencia que sigue los lineamiento de la E.E.B. (emoción expresada baja).

El logro es la contención de la persona con esquizofrenia, y  sentirse acompañado y comprendido, los ayuda a superar situaciones críticas.  Esto lleva al camino de la recuperación.
Los familiares tienen y realizan muchas preguntas respecto a la enfermedad: el tratamiento, la evolución y el diagnóstico.  La Psicoeducación responde a sus requerimientos y demandas.
La familia trae expectativas “que son exigencias” y estas no siempre son posibles de realizar, ya que no siempre se obtienen los resultados deseados y esto trae frustración.
El rol de la familia es siempre en relación al afecto, al apoyo, la aceptación y al reconocimiento del malestar y del sufrimiento. 

Reemplazar la  sobre-involucración  (una exagerada involucración) por la ternura;  la crítica y los enfrentamientos por la comprensión de los síntomas, es lograr una mejor calidad de vida.      
     La evolución de la enfermedad, el tratamiento y la reinserción social mejoran cuando la familia acompaña.
    Un clima familiar propicio logra una mayor eficacia de la medicación.    

lunes, 22 de octubre de 2012

¿QUÉ PASA EN UNA FAMILIA CUANDO HAY PROBLEMAS MENTALES?



¿Qué pasa en una familia cuando hay problemas mentales?

Por Alejandra Zina Escritora. Entre Sus Libros Destacan “barajas” Y “LO Que Se Pierde”.

Delirios y dolores de una madre. Un registro del mundo que se torna incomprensible para los otros genera situaciones de pesar y de tensión. Una escritora comparte la historia que sufrió su mamá, que incluye la sorpresa ante la enfermedad, el desánimo, una cierta lógica insidiosa de algunos conocidos. Y subraya el valor del acompañamiento signado por el afecto, más allá del trastorno.

Imagen
Recuerdos gratos. Alejandra, junto a una foto en la que está con su mamá, muchos años atrás, cuando todo era tranquilidad. Su gato, Peckinpah, observa./ LEO VACA

 Clarín – Sociedad - Mundos íntimos, salud  20/10/12
 
Muchas veces me pregunté si existía un día en que alguien enloquece, pierde la cabeza, se trastorna. Si se trata de un estado de shock que permanece y atrofia o si es como una guerra o una revolución que se viene gestando con hechos invisibles durante años. ¿Cuándo empieza todo?

Cuándo empieza para mí.

Una noche cálida del 93, verano o principios del otoño. Mis amigos y yo andábamos por los 18 años. Esa noche estábamos bailando en la terraza de una casa donde no faltaba nada, ni siquiera la complicidad de los viejos que se iban y nos dejaban solos hasta tarde. Me gustaría acordarme qué temas estaban sonando, ¿ Tráfico por Katmandú ? ¿ Ala delta ? ¿ Mi perro dinamita ?

Corrían las primeras botellas, los primeros puchos, los primeros besos. Hasta que algo se detuvo y no fue la música, sino yo misma adentro de la música, como si una cámara me hubiese congelado mientras los demás seguían bailando, tomando, fumando. Era la dueña de casa gritando mi nombre desde la escalera: que bajara, tenía teléfono.

Adiviné que había pasado algo antes de atender. De otro modo, mi hermana no me hubiese llamado. Me hablaba con frases entrecortadas, le temblaba la voz, yo no entendía nada y ella tampoco, pero trataba de explicarme: se repetía, gemía, bajaba el volumen . Cuando corté, la fiesta era algo que había pasado hacía mucho tiempo.

Llegué a mi casa en un auto prestado. Entré, vi, volví a salir y les pedí a mis amigos que se fueran. Creo que no llegué a contarles lo que había visto adentro. No había sido un robo, ni un accidente, ni las tragedias que uno se imagina en mitad de la noche.

Tardé años en pedirles que se quedaran , para cuando lo hice ya había estado demasiadas veces sola.

Adentro, mi hermana me esperaba acurrucada en el sillón del living, los ojos aterrados, como si hubiese visto un monstruo, mientras mamá, los ojos fanatizados , nos hablaba de un mundo peligroso y apocalíptico con espías siniestros que conspiraban del otro lado de la pared. Empezó esa noche. O empezó la mañana en que mamá decidió quedarse en la cama y no salir por meses. O quizás mucho antes, cuando yo le hablaba y ella no me miraba a mí , sino un punto que no era ningún objeto del ambiente en donde estábamos. Como los gatos, que miran hacia una pared pero en realidad están mirando algo que no sabemos qué es.

Cuando nos dimos cuenta de que la cosa empeoraba, fuimos a revisarle la agenda. De ahí sacamos varios teléfonos: su psicóloga, su abogado, sus pocas amigas, compañeras de trabajo.

A escondidas, llamamos a uno por uno.

Con algunos llegamos a encontrarnos. Queríamos hablar con todos los que la conocían, contar sus delirios y provocar alarma, escuchar explicaciones, seguir instrucciones, atajar el naufragio que se venía. Pero no recibimos nada de eso. Mi mamá hacía tiempo que se había alejado y ellos no la conocían tanto como creíamos.

Además, la locura daba miedo. No la locura del que puede volver, sino la locura del que nada hasta lo hondo y se ahoga. Del miedo me fui dando cuenta de a poco. Primero vi el de los demás, después el propio.

El miedo de mis abuelas, tíos, padre, vecinos, conocidos, se nos vino encima como una ola de ataques, excusas y silencios .

Todas las adolescentes creen que su casa es un infierno. Será que las chicas se quieren quedar con los bienes, por eso la internan. Ella siempre fue así de nerviosa. La señora no me quiso abrir la puerta. Tu mamá nunca las cuidó muy bien que digamos . Los hijos tienen que hacerse cargo de los padres, es la ley de la vida. En una esquina, la locura. En la otra, el miedo.

Para bien y para mal, mi hermana y yo nos endurecimos. Si queríamos sobrevivir, teníamos que salir guerreras. Y cuando no era contra los otros, era entre nosotras. Varias veces nos amenazamos mutuamente con abandonar todo y desaparecer , pero nunca nos animamos, salvo cortas temporadas.

Después de la ronda de llamados, vino la consulta con un psicólogo, la primera de una larga lista de tratamientos, citas, internaciones y denuncias. Me los fui olvidando, pero en una época me sabía nombres y apellidos de memoria: Outes, Toranzo, Milius, Ferrazano, la hermana Teodora, Mari, Vidiella, Tenaglia, como la formación de un equipo de fútbol. Médicos, psicólogos, psiquiatras, oficiales de justicia, secretarias, enfermeros, monjas, a todos los recordaba por si pasaba algo . Como si así pudiera repartir mejor las responsabilidades. O como una memoria de esa larga procesión clínica, de quiénes la vieron, quiénes diagnosticaron, quiénes la medicaron.

Una sola vez estuvo en el Moyano. Fueron pocos días, un tránsito obligado después de la intervención de un juzgado y la policía. Internación compulsiva le dicen, cuando el enfermo no quiere atenderse y hay que llevarlo a la fuerza.

Me acuerdo del olor penetrante de la lavandina con la que limpiaban el piso de la guardia y del jardín que debía atravesar para llegar al edificio del fondo. Cuando pasaba caminando, varias mujeres de distintas edades se me acercaban en una corrida torpe, balbuceando esa lengua patinosa del dopado , para preguntarme si había traído ropa y zapatos. Yo no las dejaba acercarse tanto, solo negaba con la cabeza y trataba de avanzar sin mirar las bocas desdentadas, los pies descalzos, las rigideces de la cara. Mi mamá la pasaba mejor, además sus compañeras en la guardia fueron amables con ella. Le cebaban mate y estaban pendientes de que no se retrajera. Cuando la trasladamos del Moyano a una clínica privada, volví. Había juntado en una bolsa ropa y zapatos de su placard y del mío.

Estuvimos varios años vaciando placares y cajones , sacando bolsas de basura, donando al Cottolengo Don Orione, vendiendo al mercado de pulgas, regalando a nuestros amigos. Cuando pusimos en venta la casa donde me crié, contratamos un container para meter todo lo que íbamos tirando, desde bicicletas oxidadas hasta las enormes ramas del gomero. Los vecinos se acercaron, primero se asomaron al container, después empezaron a llevarse cosas. Los veía a cada uno irse con algo. Como si la casa fuese un animal muerto al que destripan otros animales.

Tuve que aprender a vender y comprar inmuebles, sacar plazos fijos, pasar cuentas a mi nombre, discutir con bancarios, escribanos y contadores, denunciar a los que querían estafarnos. Mi papá me asesoraba o me acompañaba personalmente, estando con él me hacía respetar, además zorro viejo huele la trampa . De plata y papeles podíamos hablar. Lo demás era complicado. Mi mamá hacía años que había dejado de ser su esposa, ahora era una extraña para él y para nosotras también. Hay familias signadas por la enfermedad. En la mía, los trastornos mentales bajan y suben por el árbol genealógico.

Yo misma pasé por ataques de pánico, temblores, canas prematuras, bajada y subida de peso, insomnio, crisis nerviosas. Después, mucho después, me fueron llegando las palabras. Y me fui contando una historia que me ayudara a saber contra qué enloqueció ella.

Mi mamá nació en 1945, hija de inmigrantes pobres, venidos de Galicia y Andalucía a mediados de los años 30. Mi abuela, mucama de una familia acomodada, conoció a mi abuelo en su lugar de trabajo. Yo solo lo vi en una foto carnet, me dijeron que se pegó un tiro el año que nací. Él era cadete de Gath & Chaves y parece que le tocó llevar un pedido a la casa en donde trabajaba su futura mujer. Así empezaron. Ellos y sus cinco hijos vivieron apretados en pensiones de mala muerte hasta que pudieron mudarse a una casaquinta de La Reja. Desde allá venía mi abuelo a comprar fruta y verdura en el viejo Mercado del Abasto para luego revender a los comercios de la zona oeste. Pero la historia familiar está llena de agujeros , secretos, hechos confusos. Lo que sí se sabe, sin mucho detalle, es de la pobreza que les tocó vivir, la muerte trágica de un hijo en las vías del tren, el internado religioso donde estuvieron pupilas mi mamá y mi tía, las relaciones extramatrimoniales de mi abuelo y su suicidio.

Mi mamá y su hermana mayor eran las que más deseaban irse de allá. Estudiar, trabajar, alquilar un departamento en Capital y más tarde formar una familia distinta a la suya . Y lo hicieron. Tuvieron marido, hijos o mascotas, casa y carrera. Así pasaron de la estrechez a una holgada clase media. Consiguieron mucho y, sin embargo, no fue suficiente.

Mi tía murió de cáncer y mi mamá enloqueció .

¿Habrá sido contra este pasado o contra lo que siguió? El divorcio, la nueva vida de su ex marido, el cansancio de criar a dos hijas, la vejez, la soledad, la falta de trabajo, la poca plata, que todo vuelva al mismo lugar en dónde empezó.

Pobreza, culpa, separaciones, vejez. Entonces a cualquiera le puede pasar. Sí. No. Tal vez. Por las dudas, preguntármelo era una forma desesperada de prevenir, no fuera cosa que yo también. No fuera cosa que esa herencia maldita , como la catalepsia, se despertara en mí o me enterrara viva. Un terapeuta me dijo una vez que me quedara tranquila, que a mí no iba a pasar.

Hace dos años la llevamos a un geriátrico en Mercedes, provincia de Buenos Aires, donde hay arroyo, campo y vacas que ella no puede ver porque cuando la visitamos nos quedamos en la ciudad. El lugar es tranquilo y en el fondo hay gallinas, como las que tenían en la casaquinta de La Reja. No me sale la palabra agradable para un geriátrico , pero es amplio, luminoso y económico. En Capital cuestan una fortuna y son una caja de zapatos, oscura, cuando no sucia, y deprimente.

Voy y vuelvo en el día, y es más el tiempo que estoy viajando en el Sarmiento o el 57 que las horas que comparto con ella. La paso a buscar en un taxi, vamos a la consulta médica y después la llevo a La Recova, un bar enfrente de la plaza principal.

Mi mamá siempre pide lo mismo : té con leche y tres alfajorcitos de maicena. Le cuento algunas cosas de mi vida, ella me da consejos sobre mi salud, me pasa recetas de cocina, lee lo que escribo. Me entrega notas en las que dispone cuáles van a ser nuestros regalos de cumpleaños o de Navidad.

Pienso en cómo se dan las cosas. Ella que quiso dejar la provincia para ir a la gran ciudad vuelve a la vida provinciana, ella que se imaginaba como una profesional exitosa a los 50 está encerrada en un geriátrico con mujeres y hombres que le llevan 20 y 30 años, achacados pero longevos, que le cuentan sus vidas de pueblo. Con los viejos siempre hizo buenas migas.

Hubo mejoras, retrocesos y mesetas, pero nada volvió a ser como antes. Sus palabras cambiaron, su cara cambió, su pelo, sus ojos, su piel suave, ahora escamosa por la medicación y la edad, su cuerpo, sus hábitos; lo único que quedó inalterable fue su voz . Su voz y su olor. La misma voz y el mismo olor que yo iba a buscar en las noches de miedo, cuando me sentaba en su falda y me contaba otras historias. Historias hermosas.
 
Perder el código en común

Por Daniel Ulanovsky Sack Dulanovsky@clarin.com
20/10/12

La locura (nos) da miedo. No por lo que pueda hacer la persona en trance de delirio sino porque obliga a pensarnos, a evaluarnos. Las familias y las rutinas se mecen en un equilibrio sensible y el impacto de alguien que actúa como no debiera, resulta devastador. Porque pone en juego la relación entre afecto y libertad: ¿hasta dónde cuidar al otro y entender que tiene problemas? ¿Cuándo la persona que cuida empieza a descuidarse a sí misma , hecho que implica también una injusticia?

Y están las creencias sociales. ¿El loco está loco o tiene apenas incapacidad para aceptar convenciones que nos molestan y paga más por su discurso de quiebre de lo cotidiano que por su intrínseco trastorno?

Ningún caso es igual pero sí es cierto que el desorden mental avergüenza. Esa sensación no la provoca el cáncer o la diabetes, sí a lo mejor la esquizofrenia. ¿Cuál es la diferencia? ¿Será que la falta de certeza sobre el origen de la enfermedad mental tiende a generar culpa?

A menudo se supone tácitamente que una persona es loca por su falta de voluntad porque, ¿qué le cuesta darse cuenta de lo obvio? Es curiosa esta manera de pensar: en otros casos –con mucha más seguridad sobre la causa de la enfermedad– el perdón social parece mayor.

Si alguien padece cáncer de pulmón por haber fumado descomunalmente, es percibido como una persona adicta a la nicotina y no se lo llega a ver tan responsable como al loco.

Una vez más, ¿cuál es la diferencia? ¿Será que el delirante perdió el código común ? La idea de que uno habla y el otro comprende es la base de la convivencia. Cuando no hay capacidad de ingresar al mundo del que está al lado, conversar en profundidad con la persona querida, la relación pasa a ser un recuerdo sustentado en el amor, ya sin capacidad de crecer. Cabe el contacto, la piel, la nostalgia pero la emoción de escuchar y ser escuchado desaparece. Y vaya que es difícil acostumbrarse a esa sensación: lo que fue, ya no es.